MIENTRAS EXISTA ANALFABETISMO, HABRÁ POBREZA

Un momento de sincronía
Hace algunos días, una colega me pidió información - contenida en una revista técnica cuya edición estaba dedicada casi por completo a la evaluación educacional; pude acceder a esa revista, publicada hace varias décadas, y comencé a hojearla desde atrás hacia delante en forma desordenada, pero cuidando sus delicadas páginas amarillas por el paso de los años. Me detuve en uno de sus artículos cuyo título llamó mi atención: “El esfuerzo Nacional para suprimir por completo el analfabetismo…” ¡Exactamente se refería al tema que debía abordar para esta ocasión! Tuve, entonces una motivación adicional, gracias a esta sincronía, para adentrarme más en una parte de la historia de la alfabetización en Chile, así como de las políticas emanadas desde la UNESCO sobre esta materia.

El artículo que mencioné, comienza señalando que “El Congreso Mundial de Ministros de Educación para la Liquidación del Analfabetismo, celebrado en Teherán en 1965, proclamó el día 8 de septiembre como el día Mundial de la Alfabetización, moción que hiciera suya la Decimocuarta Conferencia General de la UNESCO” . Más adelante consigna que en Chile, gracias al esfuerzo del gobierno de la época, “los niveles de analfabetismo que alcanzaban al 16.4% disminuyeron a un 12%”. El 8 de septiembre también se instituye en nuestro país, como el Día Nacional de la Educación de Adultos. Hoy año 2011, Chile presenta un 3,9% de analfabetismo a nivel nacional, lo que representa un total de más de 481.220 personas mayores de 15 años, sin escolaridad . En consecuencia, a lo largo de 40 años - a través de diversas políticas educacionales, con mayor o menor fuerza- el país ha reducido efectivamente los porcentajes de analfabetismo. Sin embargo, aún no podemos afirmar que lo hemos vencido; los organismos internacionales tampoco. Todavía nos queda camino por recorrer, para pertenecer a las sociedades denominadas “libres del analfabetismo”.

¿Qué es el analfabetismo?
Es analfabeta la persona que no sabe leer, escribir, ni comprender un texto corto sobre su vida cotidiana; corresponde al concepto de analfabetismo absoluto que probablemente es la definición más extendida o generalizada. Pero también es analfabeta la persona que no es capaz de utilizar sus destrezas de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en situaciones habituales de la vida cotidiana; es lo que denominamos analfabetismo funcional.

Estos son los conceptos tradicionales, clásicos. Sin embargo, también encontramos otras clases de analfabetismo que no están relacionados con las funciones lingüísticas básicas ni con las competencias que tenga una persona. Por una parte, se encuentra el analfabetismo en una lengua distinta a la vernácula, situación que como modalidad de educación de adultos también debemos enfrentar y ofrecer alternativas de servicio educativo para estas personas.

En efecto, a través de la historia, el hombre se ha trasladado de un país a otro y de un continente a otro, encontrándose con otras culturas y lenguas desconocidas. Hoy, esta situación es cotidiana y se aprecia a nivel mundial. Las personas emigran a otras latitudes por razones políticas, económicas, religiosas, por las guerras, como refugiados y también por un instinto nómade; en ocasiones llegan a países donde la lengua o lenguas oficiales son distintas a su idioma materno. Entonces, aunque sea una persona culta con muy buenos niveles educacionales, si no sabe hablar, leer ni escribir el idioma del país al que llega es un analfabeto en esa lengua. Esta es una limitante que le impedirá insertarse laboralmente en su área, así como establecerse con su familia y comprender los códigos socioculturales del país que lo acoge.

Al respecto tuve la oportunidad de conocer una experiencia de personas con estas características en un centro de educación de adultos de Madrid. Pude asistir a una clase de lengua española destinada a un grupo de aproximadamente 20 personas jóvenes y adultas; ninguna de ellas hablaba ni escribía español y cada uno de ellos provenía de un país distinto. En esa sala de clases había rumanos, rusos, japoneses, hindúes… La maestra que daba la clase hablaba sólo en español y ayudada por láminas que representaban algunas palabras o escenas cotidianas, intentaba comunicarse con sus alumnos. En Chile no hemos desarrollado programas para extranjeros en estas condiciones; es una tarea pendiente puesto que cada vez el país recibe a más inmigrantes de otros continentes que desconocen completamente nuestro idioma.

Por otra parte también debemos considerar a los millones de personas que presentan analfabetismo digital, que son quienes no saben utilizar un computador, desconocen la navegación por Internet, no conocen los códigos de comportamiento en la red, no saben usar las Tics en su vida laboral y familiar. La modalidad de educación de adultos en conjunto con el programa Enlaces del MINEDUC, ha avanzado algo en estas materias, pero no lo suficiente. La alfabetización digital debe llegar a toda la población económicamente activa.

Desde el año 2003 a la fecha - interrumpida sólo debido al Terremoto de febrero 2010 - el MINEDUC ha desarrollado una Campaña de Alfabetización, denominada “Contigo Aprendo”. En este período han participado alrededor de 88 mil personas, mayores de 15 años, todas iletradas o con menos de 4 años de escolaridad; entre ellas han aprobado y certificado su nivel de alfabetos, un total aproximado de 40 mil personas. Al respecto debemos señalar que muchas personas de las que participan en esta campaña, aunque alcancen las competencias básicas de lectoescritura, sienten temor, pánico escénico, al enfrentarse a una situación de evaluación formal y prefieren no someterse a la examinación.

Si bien en cifras cada vez son menos las personas que no saben leer ni escribir, también cada vez es más difícil encontrarlas, motivarlas y lograr que asistan a clases. En efecto, para la versión 2011 de esta campaña, tuvimos dificultades en algunas regiones para formar los grupos, dado que la Campaña de Alfabetización llega sólo a algunos sectores rurales o de difícil acceso, donde las personas iletradas se encuentran dispersas y, como consecuencia, es muy difícil formar un grupo por pequeño que éste sea.

Quisiéramos que en los próximos años pueda llegar el servicio educativo para personas analfabetas a más sectores rurales y en aquellos alejados de los centros urbanos, ya que en estos sectores rurales la “tasa de personas que no saben leer ni escribir, mayores de 15 años y más alcanzan al 10,6 % de la población, es decir 173.557 personas ”. Ahí es donde se esconde el analfabetismo, con vergüenza, desconsuelo, desesperanza. El analfabetismo es similar a una discapacidad; impide tener acceso al mundo letrado y limita las oportunidades de acceder en forma autónoma a servicios que muchas veces procuran, precisamente, resolver las necesidades básicas de los sectores vulnerables de la población, dificultan el acceso a mejores trabajos y limitan la participación social, con lo que se acrecienta el riesgo de repetir o no poder salir del círculo de la pobreza.

Políticas de organismos internacionales
Estamos por la “educación para todos” en total sintonía con la UNESCO. Y ello significa especialmente que la meta es que todos quienes requieran ser alfabetizados, deben tener la oportunidad; el MINEDUC, a través de la educación para personas jóvenes y adultas, procura acercarse hasta donde están las personas que requieren el servicio educativo inicial.
Aunque sean lugares comunes y muchos lo hayan declarado, escrito o pregonado, nunca estará demás insistir: tenemos el deber de derrotar el analfabetismo en Chile, en la región y en toda Iberoamérica. No podemos avanzar en el desarrollo sustentable de nuestra región con equidad, en tanto existan personas jóvenes y adultas iletradas, que no tienen oportunidad de conocer el mundo, de ser valoradas social y laboralmente así como en cientos de acciones de la vida diaria, todo lo cual impide optar a una mejor calidad de vida.

Hacemos nuestra la declaración de la UNESCO, al enfatizar que el derecho a la alfabetización es inherente al derecho a la educación. Sin embargo, la alfabetización no siempre ocupa un lugar destacado en las políticas educativas, como tampoco la Educación de Adultos. Es entonces nuestro deber poner mayor énfasis en esta modalidad para que verdaderamente hagamos realidad en Chile la máxima de la UNESCO: “educación para todos”. En cifras investigadas por este organismo internacional, existen a nivel mundial cerca de 796 millones de jóvenes y adultos carentes de competencias en materia de alfabetización.

En la actualidad, las políticas educacionales del MINEDUC están centradas preferentemente y con mucha fuerza en los niveles de pre-básica y de primer ciclo básico. Calidad y equidad son las consignas propuestas. Por cierto que las compartimos plenamente; la educación de la infancia, especialmente de la perteneciente a los sectores socioeconómicos más bajos, tiene que mejorar sustantivamente para ir construyendo aprendizajes significativos que permitan a los niños y niñas adquirir oportunamente las competencias necesarias para lograr ser adultos capacitados y autónomos, que puedan contribuir verdaderamente al desarrollo de sus familias, comunidades y del país. Ahora bien, tenemos que considerar que muchos de los padres y madres de estos niños y niñas, son personas con escolaridad incompleta y peor aún: algunos de ellos nunca accedieron a la educación. Entonces, si complementamos esta política educacional centrada en la infancia con carencias socioeconómicas y culturales con una política que enfatice y favorezca la educación de personas adultas, el objetivo inicial se logrará con mayor rapidez y probablemente en forma más efectiva. Recordemos que la familia es la principal educadora y para hacerlo convenientemente los padres deben tener niveles educacionales adecuados.
Por su parte, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) en su informe “La generación que queremos para los bicentenarios 2021”, señala en la agenda pendiente, que “una de las manifestaciones más graves de la falta de cobertura educativa y de los problemas de acceso real a la escuela es el analfabetismo: la máxima expresión de vulnerabilidad educativa que acentúa el problema de desigualdad, por cuanto mientras no se pueda acceder a conocimiento será muy difícil acceder a un mejor bienestar.” Los principios del aprendizaje a lo largo de toda la vida - que acoge la Ley General de Educación- si se implementan sistemáticamente, podrán contribuir al establecimiento de sociedades más justas y equitativas.

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