MI RELACIÓN CON LO RELIGIOSO Y TRASCENDENTE

UN CAPÍTULO DE MI VIDA, es el nombre de un concurso literario mexicano. Incentivada por mi amigo Antonio, envié el texto que ahora publico. No fue clasificado.
Ahora lo comparto con ustedes.


El pertenecer o no a una determinada religión es un tema que para muchas personas es fundamental, ocupando un lugar muy relevante en sus vidas; en cambio a mi, no me desvela mayormente. Son tantas las cosas terrenales: familiares, materiales, sociales y laborales que debo enfrentar cada día, que la verdad, este recurso escaso llamado “tiempo”, no da abasto.

No creo ser una persona excepcional; miro a mi alrededor y observo a muchas personas que les ocurre algo similar. En todo caso, no soy ni pretendo ser, una especialista en religiones, sólo me referiré a una experiencia personal, que comparto en esta ocasión, como lo hice hace un par de años con un amigo, que indagó al respecto. Lo hago además, con profundo respeto a la diversidad de religiones y creencias.

Efectivamente, hace un par de años, mientras compartíamos un café en el centro de la ciudad de Santiago, Antonio – a quien conocía recientemente- me preguntó: ¿cuál es tu religión?

- A estas alturas de mi vida, creo que ninguna- respondí- aunque antes pertenecí o formé parte de dos iglesias, dos religiones o formas de vida, una derivada de la otra. Sólo que yo hice el camino a la inversa, transitando desde la más nueva hacia la originaria.

- Explícame eso… no entiendo a lo que te refieres- agregó mi interlocutor curiosamente.
- Bueno - continué-- lo que pasa es que, como bien sabes, el cristianismo es una tendencia religiosa que deriva del judaísmo. De hecho, el propio Jesús nace en una familia judía y sigue las tradiciones judías durante su vida terrenal. Luego, sus discípulos- los apóstoles- inician este movimiento llamado cristianismo, cuya creencia principal es la de reconocer a Jesús como el Mesías…En cambio, para el judaísmo, el Mesías aún no ha llegado…. ¡Mira como está de convulsionada la humanidad toda!…. La Era Mesiánica vendrá cuando no haya enemigos, cuando las personas se respeten entre sí, no haya miserias, mentiras y traiciones; guerras fratricidas, muertes y persecución; cuando quienes son hermanos, no se comporten como enemigos. Entonces… estamos lejos de ver, de vivir en una Era así, tan maravillosa. Al menos nosotros, esta generación, no la veremos.

- Antonio, ¿aún quieres conocer la historia? Es larga…
- Sí, afirmó con un movimiento de cabeza- me llama la atención… ¿cómo fue ese proceso tuyo tan singular?
- Está bien… empezaré por donde se debe: el principio, la génesis. Veamos que tal resulta esto. Te advierto eso sí… que puede que no resulte breve esta narración… porque es un capítulo largo, son muchos años de mi vida.

Antonio se acomodó en su asiento, me ofreció un cigarrillo, mientras yo continué bebiendo mi café, disponiéndome a retroceder en el tiempo, aquel de mi propia existencia y encontrar cuál sería el hito preciso desde el cual iniciaría este relato. Sin embargo, todos me parecían insuficientes; por eso, comencé de esta forma…

CRISTIANA POR IMPOSICIÓN
Nací en una familia "católica, apostólica y romana" descendiente de españoles. Pudo haber ocurrido en una familia musulmana, budista o anglicana; pero a mí me correspondió una familia católica, cristiana. Y como a todo recién nacido, nadie me preguntó mi opinión al respecto: simplemente tuve que ser católica. Al igual que una sajona, ¡cristiana por imposición! Ambos reímos ¡Qué exageración!

Durante mi infancia, recibí la educación en tres colegios, uno de ellos pertenecía a una congregación de monjas españolas, el mismo en el que mi madre y algunas de mis tías estudiaron.

Antes de continuar, quiero dejar en claro que lo que narraré no es un sentimiento de aversión por las monjas o los curas. En general creo que los religiosos son personas poseedoras de una convicción mística superior, que hacen votos durísimos y que se entregan al servicio de Dios y del prójimo. No obstante, son esencialmente personas; entonces poseen, como todos, cualidades positivas y negativas. No son extraordinarios; ni mejores ni peores… tienen o creen tener, una vocación especial, ésa es la diferencia con los denominados laicos.

Considerando esta explicación, se entenderá que mi experiencia particular, con las monjas carmelitas de la caridad, con esas monjas específicas con nombre y apellido, en unos años bien delimitados y en un país determinado, fue poco grata; lo digo suavemente, tengo malas remembranzas de esos años. Par mí no fue una época que recuerde con cariño; más bien, fue una etapa de mi vida en que lo pasé más mal que bien.

Me las arreglaba para escabullirme cada vez que podía, no me era agradable estar en ese lugar; incluso hubo ocasiones en las que inventaba historias muy truculentas, para no asistir- de las cuales ahora, me avergüenzo-. Si me piden que rememore esa época, sólo se hacen presentes experiencias negativas, tristes, particularmente injustas o aburridas para mí. En ese colegio estuve unos 4 años.

Durante ese período logré asistir a todas las misas de mi vida, recé todos los rosarios de mi vida y me sometí a todas las confesiones y penitencias de mi vida. Al menos así lo sentía a los 11 años de edad, cuando por fin me cambiaron a otro establecimiento educacional. No he olvidado esas rutinas. Hoy, cuando debo asistir a una ceremonia religiosa por motivos sociales o laborales, recuerdo prácticamente todo el servicio, salvo aquellos pasajes que han impuesto por la “modernidad”; pero la esencia, es la misma.

Recuerdo, por ejemplo que todos los viernes debíamos ir a la capilla y nos confesábamos obligatoriamente… ¡todas sin excepción! Estoy hablando de niñas cuyas edades fluctuaban entre los 6 y los 10 años, aproximadamente. Bueno... confesarse era, para nosotras, contarle al cura las “malas acciones” que habíamos realizado durante la semana, para luego rezar en penitencia una cantidad de “Padre Nuestro” y otra de “Ave María”, para quedar limpias…En realidad, para mí era verdaderamente aburrido y sin sentido.

En mi particular, ingenua y subjetiva opinión, yo siempre me portaba bien… o casi siempre. Los máximos pecados cometidos eran, por ejemplo, “no me comí toda la comida”. Especialmente este pecadillo lo ejecutaba en el colegio, la comida era particularmente desagradable para mí. Jamás olvidaré esas ensaladas de repollo morado, cortado muy grueso, con mucho vinagre, me provocaban repulsión. Ahora al recordarlo me parece sentir ese sabor… Uf… ¡náuseas! Después de eso, no he vuelto a probar nada con ese aliño; el limón es mi favorito. Para qué decir los postres; se supone que es lo más rico de un almuerzo…. La mamá decía “si no comes la comida, te quedas sin postre”… Ahí, en ese colegio, el postre para mi casi siempre era un castigo. Recuerdo ese sabor: era una especie de flan de leche, de un feo color café mezclado con amarillo, ya era desagradable a la vista, pero más aún para el olfato se sentía como quemado, y en el paladar percibía su sabor amargo, áspero, grumoso. Verdaderamente lo odiaba.

Ya vez, de niña me tildaban de pecadora, porque no pensaba que son muchos los niños que no tienen qué comer, y yo, privilegiada, me tomaba la libertad de rechazar un exquisito plato de comida, preparado por “mano de monja”.

INDIFERENCIA Y SECRETA RENUNCIA
Posteriormente estuve en colegios laicos, para “mi bendición”. Y, a partir de entonces, teniendo unos 12 años de edad, interna y secretamente decidí que no más con el catolicismo; ya había tenido suficiente. En 4 años no lograron doblegarme, no consiguieron que comprendiera eso de “tienes que tener fe, hija mía” cuando yo preguntaba algo que no entendía o que despertaba mi curiosidad, como por ejemplo qué es la Santísima Trinidad, o cuando debíamos recitar la lista de los pecados capitales: no harás esto, no harás lo otro…palabras absolutamente incomprensibles para mí a esa edad.

Esta renuncia, fue una decisión fuerte, interna, mía. Sin compartirla con nadie; mis padres y mis abuelos jamás lo hubiesen permitido y hasta podría haberse cumplido el ultimátum que mi madre me daba cuando yo llegaba del colegio con una mala nota o con alguna comunicación por “mala conducta”:

- ¡Te vas a ir interna a las monjas!- amenazaba- . Eso, para ella, era lo peor… Claro, lo vivió en carne propia gran parte de los años de su infancia y juventud, desde niña pequeña en esas mismas monjas. Desafortunadamente mi madre no tuvo otra alternativa, porque sus padres- mis abuelos- habitaban en el campo, muy distante del pueblo. Entonces los niños debían permanecer internos en sus respectivas escuelas, colegios o liceos, estudiando durante todo el largo año escolar, pasando frío, hambre, miserias y – fundamentalmente- soledad.

Con este secreto, siempre encontraba una buena excusa para no ir a misa cada domingo. En adelante, sólo fui a la iglesia por situaciones sociales: matrimonios, bautizos, funerales. A veces iba a la misa dominical de las 12:00 hrs. sólo porque sabía que asistiría un chico que llamaba mi atención fuertemente, siendo ya una adolescente, soñadora y romántica.

A los 19 años conocí al hombre que posteriormente sería mi marido. Él proviene de una familia judía no muy observante, casi nada en realidad. El hecho que él fuera judío o no judío, no me preocupaba mayormente, tanto como a él no le importaba la posición religiosa de mi familia. No era un tema primordial para nuestra relación mientras fuimos novios. Importábamos las personas: él y yo. Teníamos tanto en común, que no valía la pena resaltar las diferencias que, como ya señalé, igualmente eran secundarias para cada cual.

Sin embargo, cuando la relación fue adquiriendo más cuerpo, más peso, cuando comenzamos a pensar en construir familia y que, por tanto, el noviazgo continuaría en matrimonio, abordé en serio, por primera vez, esto de nuestra diferencia religiosa. Roberto y yo debíamos estar de acuerdo sobre este tema para cuando llegase el momento de conversar con nuestros respectivos padres.

Fue una conversación hermosa. Con mucho respeto y empatía; con firmes convicciones en cuanto a que no habría impedimentos y nos convertiríamos en marido y mujer, construiríamos nuestra propia familia y, como en los cuentos de hadas, seríamos felices por siempre.

CREO EN UN SER SUPERIOR
De una cosa sí estaba y estoy segura: existe un Dios, un ser superior, el gran Creador del Universo. Las culturas y los diferentes grupos humanos, por siglos le han denominado de diferentes formas, con distintos nombres; pero en esencia, se refieren a una misma energía todopoderosa y omnipresente: Dios, Yahvé, Adonai, el Gran Arquitecto del Universo, Buda…

Comencé a soñar y planear mis nupcias con Roberto, mi novio, posteriormente mi esposo, y luego mi… ex marido…

Detuve mi relato en este punto. Mi interlocutor seguía atentamente la narración y continuaba fumando, bebiendo su café en sorbos pausados y de vez en cuando comiendo pequeños trozos del pastel de frambuesas Yo, sólo fumaba y bebía mi café. Estaba casi inspirada, transportada al pasado… recordando cada detalle, cada momento… Seguía mi narración, con algunas pausas en las que mi mente recreaba escenas y situaciones tan especiales de mi juventud… También, me detenía cuando mi interlocutor, hacía algunas preguntas o comentarios sobre lo que escuchaba. Me transmitía con su actitud que estaba interesado y que no quería perder detalles; es más, en varias ocasiones, me pidió que puntualizara algunos de los aspectos de la historia: ¿porqué crees tú que pasó así?, ¿qué buscabas?, ¿cómo te sentías?, ¿porqué hacer las cosas de esa o aquella forma?… Antonio indagaba más sobre los puntos que llamaban su atención. No había conocido antes a una conversa…

- Antonio… ¿todavía quieres continuar escuchando esta historia?
- Sí- afirmó muy decidido mi amigo, quien me miraba cada vez con más curiosidad, al ir conociendo detalles de esta relación mía con lo religioso, que yo narraba con tanta naturalidad, ésa que da la experiencia y la vida misma.
- Debo hacer un paréntesis en esta parte de la historia, Antonio. No puedo seguir hablando así nada más de religión….sin antes compartir contigo algo que en este momento me conmociona,… es curioso, no lo había sentido así anteriormente…
- ¿Qué es lo que te hace sentir así?- preguntó con un grado de curiosidad y sorpresa, mi paciente interlocutor.
- ¿Sabes?- continué- las últimas palabras que pronuncié antes de interrumpir esta narración: “novio, esposo, ex marido”, si las escribiera, ocuparían menos de un renglón; sin embargo con sólo esas tres palabras, ¡recorro aproximadamente 20 años de mi propia vida! Es un gran capítulo en mi existencia que abarca desde que era una joven con tantas ilusiones, con tantas ganas de construir una hermosa familia junto a éste, también joven y gallardo hombre… En sólo estas tres palabras: “novio, esposo, ex marido”, he mostrado lo que constituyó una parte muy importante, tal vez la más importante en mi vida y mi familia.

- Esos veinte años, constituyeron en buena parte, una etapa de creatividad, del trabajo emprendedor, de la complicidad, de soñar el futuro, del nacimiento de los hijos, de formar hogar; la crianza, las alegrías y las tristezas; el cultivar la amistad y tejer redes, el luchar día a día por mantener unida a la familia, el criar y “mal criar” a los hijos, los aprendizajes… los recuerdos… en fin…. Miles de caminos que recorrimos juntos… y que hace más de 15 años- luego de… bueno, ya sabes, esa etapa de incomunicación afectiva y patológica… que desembocó en la irremediable y definitiva ruptura de nuestra relación. Hoy, ya no somos familia ni pareja.

Si me preguntas por los porqué, las razones y sin razones; las alegrías y las tristezas, el amor y el desamor…. Podría ser parte de otra conversación, aunque no sé si me gustaría compartirlo con otra persona más que con mi terapeuta… Pero, volvamos a nuestro tema central.

- De acuerdo, queda para otra ocasión- señaló Antonio- quien hacía esfuerzos para permanecer en silencio escuchando la narración, puesto que él mismo es un conversador inagotable… De su propia medicina…

Bien- proseguí- Decía que Roberto, mi joven y apuesto novio, manifestó que no debíamos ver como un problema significativo o insalvable, el hecho que nuestras familias fuesen de diferentes religiones, simplemente- afirmaba- oficiaremos sólo el matrimonio civil y así todos conformes.

Pero yo no estuve de acuerdo, el hacer sólo un matrimonio civil, me habría hecho sentir como la conviviente y no como la legítima esposa, precisamente porque siento que existe un ser superior, un ser supremo y para mí, el matrimonio es algo sublime, debe tener las bendiciones de Dios, los padres y la comunidad. Al menos ese fue mi pensamiento en aquellos años… Para mí era muy significativo sentir las bendiciones de ese ser superior.

Entonces Roberto señaló, con dulzura y firmeza al mismo tiempo "si quieres matrimonio religioso éste tendrá que ser por mi religión". Y los motivos que lo llevaban a tomar esta opción no eran religiosos, porque él en lo personal tenía escaso contacto con las comunidades religiosas. Fundamentó que él no podía renunciar a su condición de judío porque sus padres- mis suegros- estuvieron en los campos de concentración nazi, ¡por el solo hecho de ser judíos! ¡Ese era su pecado! Es un fundamento fuerte, legítimo, razonable y auténtico. No es posible renunciar a tus raíces cuando tus propios padres han pasado por esa experiencia tan brutal de fanatismo y deshumanización.

LA CONVERSIÓN Y PRÁCTICA DEL JUDAISMO: MI ELECCIÓN
Decidí entonces que intentaríamos hacer mi conversión al judaísmo con sólo una condición: si esa religión no me convencía, si no la encontraba auténtica o trascendente, entonces no lo haría y tendríamos sólo el matrimonio civil, de acuerdo a las leyes “de los hombres”.

Ahí comenzó entonces mi preparación para convertirme al judaísmo, tarea no exenta de dificultades, pero que pasé con éxito. A través de las clases que recibí, de todo lo que aprendí, sentí que esta nueva religión y forma de vida era auténtica, además que me di cuenta que era poco dogmática- característica que nunca me gustó de la religión católica-.

En el judaísmo cada precepto tiene una explicación racional y lógica; en cambio en el catolicismo que yo viví había mucho de dogma y ausencia de explicaciones del porqué de las cosas.

En más de una oportunidad estando en el colegio de las monjas recibí castigos por preguntar demasiado acerca de temas de la religión cuya única explicación era "hay que tener fe", "es el misterio de la Santísima Trinidad". En cambio, cuando yo preguntaba el porqué de las cosas en el judaísmo, siempre recibía una explicación razonable, incluso para aquellas costumbres que nos parecen extrañas o anticuadas; por último se conservan por algo que es muy importante: ¡tradición!

Yo quería fundar un hogar perfecto, que mis hijos tuviesen una formación valórica amparada en una religión. De ahí la importancia de recibir las bendiciones de Dios al iniciar la vida de casada y formar el nido. Me convertí al judaísmo e hice que mi hogar fuese un hogar judío. Sin ser ultra-religioso ni tradicionalista pero respetando las fiestas principales y las costumbres más arraigadas. Fui mejor judía que las mujeres de mi familia política, mi suegra y mi cuñada.

Recuerdo la primera vez que preparé la celebración de Pésaj (1) invité a mis suegros a cenar con nosotros. Mi suegro- el Opy- un viejito tierno y amoroso lloró emocionado diciendo que no había tenido un Séder (2) de Pésaj así, como el que mi marido y yo estábamos haciendo, desde los tiempos en que él que tuvo que abandonar su hogar materno, en su ya lejana infancia, en algún lugar del centro de Europa.

Mis hijos - una niña y un varón- nacieron, fueron educados y formados como judíos. Incluso mi hija mayor fue por 8 años al Instituto Hebreo, establecimiento en el que planeábamos estuviese durante toda su educación básica y media. Luego tuvimos que cambiarla a otra escuela, como consecuencia de una recesión económica que vivimos a principios de los 80, que nos afectó fuertemente. Mi hijo pequeño, no alcanzó a ser alumno de ese colegio. Años más tarde, superada la crisis, ya no quisimos que volvieran por el problema del idioma. El hebreo al igual que cualquier lengua extranjera, se debe aprender desde los primeros años en un colegio bilingüe.

EL ROMPIMIENTO... CAMINOS DIFERENTES
Pero, con el paso de los años, casi sin darnos cuenta, lentamente nuestra relación comenzó a deteriorarse… vino la separación y más tarde la nulidad o divorcio.
Intenté continuar con la formación valórica y religiosa con mis hijos, pero se me hizo muy difícil. En el judaísmo hay muchas costumbres y tradiciones que son muy lindas y que están íntimamente relacionadas con el concepto de familia: padre, madre, hijos. Además es bastante machista, el hombre, el jefe de hogar tiene gran importancia. Nosotros celebrábamos el Shabat(3) haciendo una cena familiar especial. El papá bendice el pan y el vino, la madre sólo las velas. Con la ausencia del padre, traspasé esta responsabilidad a mi hijo - el único "hombre de la casa", que en ese entonces sólo tenía 9 años. El resultado fue triste. Mi hija decía "apúrate, termina luego con esto" y mi hijo se ponía a llorar cuando decía las oraciones. Era una manifestación evidente que ambos extrañaban la presencia del padre, y que el hacer esta ceremonia, no les favorecía, al contrario.
Conclusión: opté por no volver a hacer celebraciones ni practicar costumbres en casa.

Sin embargo, continué asistiendo a la sinagoga, a veces los niños me acompañaban y en ocasiones para Iom Kipur (4) íbamos con Roberto, el padre. Luego de aproximadamente un año del bar mitzva (5) de mi hijo a los 13 años, también él dejó de ir a la sinagoga.

De pronto me di cuenta que estaba yendo sola y que ése era mi único contacto con la religión- sin contar la vida social-, pero de familia, nada. Lo único que lograba al asistir al servicio religioso era entristecerme y auto compadecerme. No fui más.

ADULTEZ, SIN AFILIACIÓN RELIGIOSA
Ya no pertenezco a ningún grupo religioso. Hoy en día, lo único que me queda de judía es que para Pésaj, siempre hay matzá (6) en casa y, si puedo, respeto el Iom Kipur.

En cuanto a mis hijos, sólo se sienten judíos si alguien habla mal de los judíos o se sienten atacados por razones religiosas. Ahí se acuerdan, ahí se identifican. Del mismo modo, cuando han tratado de herirlos, siempre les llaman así: ¡judíos! Ya sabes, la ignorancia y el antisemitismo, a veces van de la mano. Entonces… doblemente fracaso: no logré esos sueños de tener una familia con los valores y las convicciones que soñaba cuando era joven.

Como conclusión si me preguntan- como lo hiciste tú, Antonio- si soy judía, me quedo pensando y respondo con alguna evasiva o diciendo: estoy en un autoanálisis de mis convicciones; aunque generalmente mi respuesta es afirmativa. Si bien, cada vez lo hago menos….

Sin embargo, en mi interior creo que – desde lo religioso, lo trascendente, no soy nada; pero sigo creyendo en Dios, en ese Ser Superior que mencioné al principio… y, cada vez que invoco a “mi maestro” cuando hago reiki, entonces digo el Shemá (7)...pensando que Jesús, cuando hacía reiki- porque él fue maestro de reiki y sanaba a las personas con esta técnica milenaria- debe haber invocado a Adonai, de esta forma: Shemá Israel, Adonai Eloeinu, Adonai Ejad (8).

(1) Conmemoración del Éxodo de Egipto.
(2) Orden del servicio religioso
(3) Día sábado, del descanso
(4) Día del Gran Perdón

(5) Ceremonia de confirmación del hijo varón
(6) Pan ácimo

(7) Oración muy importante y principal del judaísmo.
(8) Oye Israel, Adonai es uno, Adonai es único

Comentarios

  1. Hola, leí tu Historia de la familia y la encontré realmente excelente, como partícipe de ella, pueda dar fé de la fidelidad de los hechos que relatas, creo que después de algún tiempo los hechosx del pasado tienden a olvidarse o bien , uno los archiva en lugares remotos del pensamiento, que suerte tengo de haber podido leer este, y recordar nuestra juventud.
    Solo debo criticar una frase" ya no somos familia ni pareja"
    Yo considero que familia vamos a ser siempre, a pesar de que no somos pareja y que por vicios de la ley chilena nuestro matrimonio se anuló, somos familia, tenemos dos buenos hijos y eso nos hace ser familia.
    REalmente me gustó mucho tu historia y me gustaría verla publicada

    Tu EXposo
    Roberto

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  2. Muchas gracias, Robby.
    Me sorprende y emociona tu comentario.

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  3. ROSITA, ¿QUÉ ONDA?, NO ENTENDI

    BUENO LA HISTORIA ES SUPER ENTRETENIDA Y BONITA, ME DA UN POCO DE LATA QUE TE HAYAS QUEDADO SIN CUMPLIR "ESE" SUEÑO, PERO TAMBIEN ME SIENTO FELIZ PORQUE DIOS ESTA EN TI.

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