Nuevamente comparto una vivencia que he tenido en un medio de transporte. Siento que esto es como cuando comienzas una colección. La primera vez alguien te regala una cajita, luego compras otra, posteriormente otra cajita de regalo... de pronto tengo 10... y ¡ya soy una coleccionista de cajitas, sin habérmelo propuesto! Es lo que me está ocurriendo con las historias en medios de transporte...
Hoy quiero compartir una parte de la vida de Alejandro y Marcela, personajes de esta historia, que comienza así:
Abordé mi vuelo, en el aeropuerto de Barajas, faltando pocos minutos para la medianoche. Venía con un bolso de mano que pesaba demasiado... libros y más libros... ¿pesan los conocimientos?, un porta documentos con ¡más libros! y algunos apuntes, más mi cartera y un abrigo. Era una noche fría del otoño madrileño, pero yo me sentía muy acalorada por el apuro y el nerviosismo, temía perderme en ese aeropuerto gigante y no encontrar la famosa T4, por donde debía abordar.
El trabajo desarrollado en Madrid había sido intenso, agotador, exigente, con un poco de nervios, pero muy interesante. Dejaba muchas vivencias, experiencias, lugares maravillosos, todos agolpados en mi mente y retina, sin procesar verdaderamente- necesitaré un tiempo para hacerlo- me decía a mí misma-. Por eso me sentía tan agotada; además debía prepararme para un viaje de poco más de 14 horas sin escalas, hasta llegar a Santiago, mi destino.
Caminé por el angosto pasillo del avión, el que me parecía eterno por el peso que llevaba; además- como fui una de las últimas en embarcar- ya estaban casi todos los pasajeros a bordo, lo que hacía aún más difícil el avanzar. Un diligente sobrecargo me ayudó y puso mi pesado bolso de mano en el maletero cercano a mi asiento. Me correspondía ventana. El asiento contiguo, ya estaba ocupado por la pasajera, que sería mi nueva y desconocida compañera de viajes.
- Hola- dije- ¿me permite?, debo pasar...
- Hola - respondió con una amable sonrisa mientras se incorporaba para cederme el paso.
Me acomodé en el asiento- con el poco espacio que hay entre uno y otro, clase turista, obvio. Puse mi maletín de mano bajo el asiento delantero, la cartera la dejé en mi falda, mientras pensaba y ahora ...¿qué hago con este abrigo?... la temperatura en la cabina estaba relativamente alta, casi calurosa.
Mi compañera de asiento observaba con atención cada uno de mis movimientos; yo, fingía que no lo notaba. En realidad, no me sentía con ánimo de conversar... sólo quería dormir... mis pies estaban doloridos de tanto caminar... y ya era la medianoche. Ese día estuvimos durante la mañana en la última reunión de trabajo y por la tarde fuimos al Museo del Prado, actividad que teníamos pendiente, de modo que fueron varios km. los caminados, pausadamente, pero andados y al final del día, eso se nota en los pies.
- ¿Quiere que le ayude con su abrigo? lo puedo poner en el maletero junto a su bolso...
- Ah.. sí... muchas gracias, muy amable- respondí mientras le pasaba mi abrigadora y molesta prenda de vestir.
Volví, entonces, a mi actitud inicial.. no conversación... tratar de relajarme y descansar. Pero... no sin antes ver alguna película para que no se me hiciera tan largo el viaje. No soy buena para dormir mucho en los viajes... me siento incómoda, la verdad. Aunque últimamente... ¿serán los años, el cansancio o ambas cosas?, me cuesta menos quedarme dormida sentada.
Mi desconocida compañera, seguía observándome... y yo continuaba actuando como si no lo notara... era un diálogo no verbal, corporal, expresivo más o menos así: "me gustaría conversar con usted." Y yo con mi actitud, respondía: sorry, hoy no quiero conversar; sólo quiero permanecer a solas con mis pensamientos... ansío reunirme con los míos y falta tanto, miles de kilómetros...
- Hay que esperar a que despegue.. antes no va a funcionar el vídeo...- señaló ella.
- Tiene razón, respondí con una leve sonrisa, ya no sé ni lo que hago... debe ser el agotamiento.
Entonces, busqué en mi cartera, la pequeña libreta donde anoto ideas, datos y cosas que pienso y que deseo recordar: escribí el nombre de un restaurante que me había gustado mucho, donde desayunamos con mis colegas ese día, nuestro último día en la madre patria; no quería olvidarlo...tal vez podría escribir una historia más adelante. Pensaba en mi abuela, ¡cómo se habría alegrado si me hubiese visto o hubiese sabido de mi viaje!, ¡seguro que se habría sentido tan contenta! Ella nunca pudo concretar ese anhelado sueño: conocer el país del que provenían sus padres y hermanos mayores.
Mi compañera de viajes, también abrió su cartera, tomó su teléfono móvil y efectuó esta llamada:
- Hola mi amor- dijo con voz un poco llorosa- Sí, ya estoy abordo, aún no despegamos...(tocía levemente y luego respiró profundamente) Sí... (nuevamente la tos) Sí... No amor, debe ser un poco de alergia, estoy bien... Sí, lo llamo en cuanto llegue a Santiago. Por favor cuídese mucho y no trabaje tanto. Lo suficiente, pero descanse por favor-.
Un diálogo que reflejaba claramente que conversaba con su marido, que la llevó hasta el aeropuerto; por su acento, supe que era chilena. un diálogo normal, nada fuera de lo común.
Pensé entonces tal y como dice mi amiga M. Eugenia: "los oídos están hechos para escuchar, así como los ojos, para ver". No puedes evitar escuchar si alguien habla a tu lado. Y aunque no quisiera, escuché parte de la conversación, que por lo demás, no me llamó la atención hasta que...
- Recuerde que el lunes voy a Buenos Aires... ¡me van a matar en la casa! otra vez la tos....
¿La van a matar en casa?... entonces... ella tiene una casa- un hogar- donde no vive o no se encuentra este señor con el que habla, el que supuse es su marido...
- Sí mi amor, no te preocupes... hasta mañana.
Colgó... me mira y me dice:- disculpe, ¿tiene un pañuelo desechable que me regale? Sus ojos estaban nublados por las lágrimas. Comprendí que esa tos era porque trataba que no se percibiera su llanto reprimido.
- Sí, espere... siempre traigo estos pañuelos, son muy prácticos... abrí mi cartera y le pasé el envase, quedaban unos 2, tal vez 3... y le dije- déjelos para usted, tengo otros.
- Muchas gracias me dijo y luego usó uno de ellos, en el que quedaron esas lágrimas contenidas. Ya no había vuelta... la conversación iba a continuar, y en realidad, sentí tristeza porque esa mujer estaba angustiada de verdad, necesitaba urgentemente expresar lo que estaba sintiendo. Y una desconocida compañera de viajes, como yo, era una opción perfecta para escuchar la historia sin juzgar ni opinar.
- ¿Se siente mal?- pregunté.
- No... bueno, en realidad sí, un poco- dijo y agregó- Es que estoy muy nerviosa, más bien ansiosa, estoy en medio de un gran cambio en mi vida: trabajo, familia, casa... ¡todo!
Soy Marcela, me dijo dándome la mano. - Rosita, respondí, mucho gusto- Y continué - Entiendo que se cambiará de trabajo, ¿verdad?
- Sí, estuve 2 semanas en Madrid, justamente viendo el tema de cambio de trabajo y hoy en la mañana firmé mi contrato ¡Estoy feliz!
- Ah, ¡eso es muy bueno, felicitaciones!
- Muchas gracias. Y usted, ¿también trabaja en Madrid?- preguntó
- No, en Santiago.
- ¿De vacaciones en Madrid? ¡Tampoco!... Y le conté brevemente el motivo de mi viaje: conocer sobre la educación inclusiva, especialmente para personas ciegas. Me comentó que tiene una amiga cuya hija es ciega de nacimiento, ¿podría llamarla? preguntó, ellas necesitan ayuda. Le di mis datos.
El diálogo continuó en armonía. Dos mujeres completamente desconocidas, pero con algunos aspectos en común: de edad similar, ambas chilenas, ambas con un fracaso matrimonial e hijos, ambas con una nueva ilusión amorosa, ambas atravesarían el Atlántico compartiendo unas 14 horas de vuelo juntas, entre Madrid y Santiago. Perfecto para hacer más breve el viaje y escuchar la opinión de alguien que probablemente nunca más volverás a ver.
Marcela continuó su narración: nerviosa, en ocasiones se emocionaba... a veces reía. Yo la escuchaba atentamente y dejaba que su historia fluyera sin interrupciones:
En este último mes- continuó- mi vida ha cambiado y ha dado un tremendo giro. Mi pareja y yo trabajamos en una Compañía Internacional, que tiene sede en varios países, uno de ellos, Chile. Tenemos una relación de poco más de un año. Ambos somos separados y con hijos. todo funcionaba perfectamente entre nuestras vidas privadas y laboral, que si bien nuestra relación no era secreta, en la Compañía estábamos bajo distintas dependencias, lo que facilitaba y no perturbaba las cosas.
Yo tengo una sola hija, adolescente- ya sabes como son- me dijo. El, tiene tres hijos mucho mayores que la mía. Vive solo.
En esos momentos nos ofrecieron la cena en el avión. Elegimos nuestros platos y bebidas, mientras seguíamos con nuestro diálogo.
Como dije- continuó Marcela- todo iba bien hasta hace un mes que a Alejandro, mi pareja, le ofrecen un cargo muy atractivo en la misma Compañía pero con sede en Madrid, por al menos 2 años. Si lo aceptaba, debía hacerse cargo en un máximo de 2 semanas. Lo conversamos mucho, para Alejandro es una oportunidad excelente de crecimiento y desarrollo profesional, es llegar a la cúspide de la carrera; por supuesto lo insté a aceptarlo... pero... ¿qué pasaría con lo nuestro, nos preguntábamos?
Entonces él me dijo, no quiero que tengamos una relación vía e-mail... 2 años es mucho tiempo. Quiero que te vengas conmigo; adelantemos nuestros planes. Es hora de comenzar nuestra convivencia definitivamente.
Teníamos planeado que en el futuro terminaríamos "puertas adentro" pero no habíamos hablado de fechas... Y esto aceleraba las cosas en forma violenta. Sólo disponía de un par de semanas para tomar decisiones.
Por eso vine a Madrid. A buscar trabajo, a elegir juntos una vivienda, nuestra casa, colegio para mi hija... en fin... todo. Y ahora dispongo de dos semanas para renunciar a mi actual trabajo en Santiago, cerrar mi casa y trasladarme con mi hija a vivir en Madrid, ahora puertas adentro con mi pareja. Mi hija y Alejandro se llevan bien, pero vivir juntos... eso no estaba en el futuro de mi hija, al menos no tan sorpresivamente.
- ¡Estas loca mamá! Fue lo primero que me dijo cuando le conté nuestros planes. Finalmente, luego de algunos días, aceptó- más bien, cedió- el que nos viniéramos a Madrid. Será una aventura y harás nuevas amigas y amigos- le dije.
Casi coincido con la opinión de la hija- pensé-. Una vez conocí a una chica que hizo algo parecido; partió sin mayor análisis a USA, siguiendo a un apuesto joven chileno al que conoció, de paso en una fiesta y luego vio un par de veces. El trabajaba en USA... la llamó y la llevó a vivir con él. Le fue mal; muy mal. todavía lo lamenta. Es tema para otra historia. Claro que este caso es diferente. Alejandro y Marcela ya se conocen desde hace años.
- ¿Tienes la autorización de tu ex marido para que tu hija pueda viajar? Ella siendo menor de edad, no puedes sacarla sin el consentimiento del padre. Es importante, ya sabes como es ese tema.
- Eso no me preocupa; no tendré inconvenientes. Tengo la tuición completa de mi hija. Mi ex marido- hace años que no sé de él- no tiene contacto alguno con la niña. Lo que pasa es que mi hija es adoptada. Mi ex marido y yo tuvimos un muy buen matrimonio hasta que supimos que no podríamos tener hijos. Más bien, él era estéril. Entonces decidimos adoptar. Cuando la bebé llegó a casa, él jamás logró aceptarla y asumir el rol de padre. Ahí comenzaron los problemas como pareja que finalmente culminaron en el fracaso matrimonial definitivo.
Me dejó atónita con la respuesta. Mientras ya casi terminábamos de cenar, pensé: ¿cómo puede ser tan diferente entre unas mujeres y otras el sentimiento, el instinto maternal? Marcela era una auténtica madre, jamás abandonaría a su hija; una vez más se comprueba que "madre es quien cría..." Pero, también recordé a esas mujeres que siendo madres naturales, se comportan como si no lo fueran y abandonan a sus hijos e hijas sin el menor remordimiento. Lo hacen por múltiples razones: por seguir a un hombre, por vanidad, por adicciones, cesantía, ninguna válida, a mi juicio ¡Un hijo no se abandona jamás! Éstas mujeres no merecen llamarse "personas", menos madres, si hasta las hembras del reino animal protegen a sus cachorros: los cuidan, alimentan, abrigan, ¡aman!
Marcela, definitivamente era una madre ejemplar. Me comentó todo lo que había vivido con y por su hija y como esta joven, ya adolescente, llenaba su vida y corazón de verdadera madre.
- Dios te ha premiado- le dije- ahora por fin tendrás a tu lado al hombre que amas, constituirán una verdadera familia con sus hijos y la tuya. Y vivirás lo que no lograste en tu primer matrimonio. De verdad te felicito y te deseo lo mejor.
Ella estaba feliz, se sentía mejor. Parece que el desahogo, el verbalizar esta historia poco común: su propia historia, hizo que se diera cuenta o más bien reafirmara, que el camino era el correcto.
-Brindemos por eso- dijo con alegría. Bebimos un vaso de wisky cada una y continuamos la amena charla, esta vez con otros temas: hablando de nuestros trabajos, me preguntó por los míos hasta que el sueño nos venció.
No hubo películas, música ni juegos. Sí hubo dos mujeres que por espacio de 14 horas compartieron un lugar, hablaron de temas que tal vez jamás lo harían nuevamente en forma distendida y sin temores.
Cuando me desperté, ya faltaban poco más de 3 horas para nuestro arribo a Santiago. Me dolía la espalda y mis pies estaban muy hinchados.
Marcela estaba despierta, había dormido muy poco, casi nada, según me confesó. Tomamos algo de desayuno más tarde y ya sólo queríamos llegar pronto. Vimos trozos de una película, conversamos algo más, pero ya el cansancio no permitía mucho diálogo.
Aterrizamos en Santiago de Chile. Los pasajeros aplaudieron. De verdad que un vuelo sin escalas de esa magnitud es para felicitar al piloto.
Descendimos; ella me ayudó con mi pesada carga de libros. Llegamos hasta el Duty... ahí nos despedimos. Ella debía llegar a su casa y ese mismo día ¡ir a la oficina! Yo en cambio, podría descansar y, lo más importante, re-encontrarme con los míos.
- Adiós Marcela, te deseo toda la felicidad del mundo. Que la nueva vida que comienzas sea verdaderamente mejor de lo que soñaste.
- Muchas gracias, Rosita. Espero que te vaya muy bien con tus proyectos. Y tal vez nos veamos de nuevo en Madrid, algún día...
Hice mis compras, fui por el resto de mi equipaje y luego de los trámites aduaneros y de policía internacional, pude salir del sector de llegada de pasajeros.
Mi novio Arturo y mi hijo Jonathan me esperaban.
PUCHAS ROSITA, COMO SIEMPRE, TU HISTORIA MUY ENTRETENIDA Y EL RELATO LO MEJOR, YO NO PUEDO PARA HASTA QUE TERMINO, ERES REALMENTE MUY VIRTUOSA EN LAS LETRAS, TAL VEZ MI OPINIO NO SEA LA MAS AUTORIZADA, PERO COMO SIMPLE LECTORA, ASI TE VEO. ¡SIGUE ESCRIBIENDO ROSITA!, ALGUN DIA MAS TEMPRANO QUE TARDE ASISTIREMOS AL LANZAMIENTO DE TU PRIMER LIBRO DE CUENTOS.
ResponderBorrarROSITA, MUCHAS GRACIAS POR TUS BUENOS DESEOS Y TU TARJETA, NUNCA ESPERO MENOS DE TI, CUIDATE MUCHO,DISFRUTA TU BOM-BOM, Y QUE SIEMPRE TE VAYA MUY BIEN EL VIDA, DIOS ESTA CONTIGO.
UN ABRAZO
MYRIAM
Rosita, gracias por dedicar parte de tu tiempo a ser cronista de la vida, con el "don de la palabra" que tienes conviertes estos pequeños sencillos instantes personales en universales...más de alguna de tus lectoras, se reconoce, como yo, en la historia...a la vuelta de la esquina nos espera una nueva oportunidad para amar..para vivir...
ResponderBorrarCreo igual que la myri que pronto asisteremos al lanzamiento de tus historias!!
gracias...
Hola amiga ciber, tantos años ya han pasado y este espacio nos sigue uniendo. Eres fabulosa, sigue escribiendo, lo que estas haciendo es un don, expresar en pocas palabras la esencia de la vida aun más te favorece, adelante, siempre hay un tiempo para leer, seré tu fiel lectora, besos y abrazos, Efita (en el ciber espacio) Flor.
ResponderBorrarQueridas amigas Myri, Sol y Efita:
ResponderBorrarDe verdad me emocionan sus comentarios y me dan ánimo para continuar en esta senda que me encanta. No saben cuánto me ayuda que ustedes me lean. Me atrevo a avanzar e insistir.
Les cuento que estoy preparándome para intentar nuevamente mi participación en un par de concursos de cuentos. Las mantendé informadas.
Muchas gracias y un abrazo para cada una.
Rosita, desde el poco tiempo que te conozco me sorprende tu apertura y sociabilidad, lo que reflejas muy bien en este primer escrito qe te leo. ¡Felicitaciones!. Ahora, tu relato es sencillo, lineal y de detalles, refleja gran capacidad de atención y conciencia de tu ser y del ser del otro (Marcela, en este caso), las cosas no te pasan inadvertidas y les otorgas significación, con lo que el relato cobra fuerza y se enlaza con las propias significaciones del lector. Me gustó, eres una muy buena "principiante de escritora".
ResponderBorrarCamilo Ríos
Hola tía, soy el Andy (Andrés del Valle Perl).
ResponderBorrarMe encantó encontrarte por aquí y me entretuve leyéndote. Hoy tengo un ojo-corazón agudo y si me lo permites, tal vez por otra vía, mostrarte como parte de tu relato puede que esté boicoteando algo de tu talento en estas bellas artes (eres libre para dejar pasar mi invitación).
Gracias de corazón por lo compartido.
Un beso.
Hola Andy:
ResponderBorrarQué alegría saber de ti. Hace muchos años que no nos contactábamos.Te recuerdo con mucho cariño, al igual que a tus hermanas.
Encantada acepto la invitación. Por favor escríbeme y nos ponemos de acuerdo.
Ojo-Corazón... eso me gustó.
Cariños y saludos,
Prima!!, que buena sorpresa me he llevado, al leer tus escritos, son muy buenos, te etrapan el la lectura , realmente buenos, deberias escribior un libro o mejor ,recopilar tus escritos en un libro, Sigue asi!! tu orima vivi
ResponderBorrarHola Vivi:
ResponderBorrarMuchas gracias por tus comentarios. Estoy en eso... pretendo escribir varias historias y algún día publicarlas. Previamente, debo encontrar un editor, claro.
Por ahora preparo algunos materiales para enviar a concursos literarios, creo que por ahí se empieza.
Un abrazo,
doris, le comente a gustavo lo tuyo y como el tambien escribe va a leer tu blog, creo que te puede ayudar en lo que necesites, seguire viendo tus cuentos, un abrazo vivi
ResponderBorrarQué lindo Rosita! Tu relato me enganchó y no podía parar de leerlo.
ResponderBorrarAdemás la chochera me llegó a mi también.
Un abrazo Enrique B.
¡Muchas gracias amigo!
ResponderBorrarSabía que te alegrarías por los éxitos de mi Jonathan!
Un abrazo,