TRISTEZA EN EL ALMA DE SU
Esta narración está en concurso, quiero compartirla con ustedes.
TRISTEZA EN EL ALMA DE SU
Mi amiga Susana me sorprendió gratamente con una llamada telefónica luego de unos 4 años en los cuales perdimos contacto. Ella es de esas personas que generalmente ríe y está alegre, a pesar de los problemas. Sin embargo, lo noté en su voz: estaba triste.
- Hace tanto que no nos vemos, en realidad ¡años!- musitó- ¿Qué tal si nos juntamos a tomar una copa? Así compartimos cosas de la vida, retomamos nuestra amistad… y eso.
- ¡Por supuesto que sí!, encantada- respondí.
- ¿Estás bien?- le pregunté tratando de indagar algo más…
- Bueno, sí, con las cosas típicas que nos preocupan a las mujeres: los hijos, el trabajo, la ausencia de pareja, el dinero que no alcanza, ya sabes.
- Sí, respondí, conozco bien el tema.
Acordamos día, hora y lugar. Elegimos un restaurante muy bonito cerca del Parque Arauco, donde además podíamos ver y hojear libros, a ambas nos gusta mucho las lecturas interesantes.
La pasé a buscar a su casa y nos dirigimos hacia el punto donde conversaríamos de lo humano y lo divino. Mientras íbamos en el automóvil, comenzamos a dialogar sobre nuestras actividades personales y profesionales y a recordar las últimas ocasiones en que habíamos estado juntas. En realidad viajes, responsabilidades que nos sobran y exceso de trabajo, eran las razones principales por las que nos habíamos dejado de visitar. No obstante, percibí esa sensación tan grata: las verdaderas amigas, no importa cuánto tiempo pase sin que se vean, al reencontrarse todo parece igual, como si se hubiese detenido el tiempo. El mismo aprecio, el mismo conocimiento mutuo, la facilidad para comunicarse; es algo realmente sorprendente y a la vez maravilloso de la comunicación humana.
Pedimos un vino blanco, con algunos quesos y pan especial. Era suficiente para acompañar nuestra conversación. Luego de pasar revista a los temas generales en torno a nuestras respectivas familias, Su, con los ojos brillosos, dijo lenta y suavemente: amiga, estoy desesperada tengo una tristeza que me parte el alma…Hablaba con desesperación como intentando escabullirse de esa congoja.
- ¿De qué se trata Su?- pregunté mirándola como tratando de adelantar lo que quería decirme.
- No puedo, no me atrevo a plantearlo, es demasiado fuerte para mí… -
- Entiendo- respondí- no tienes que decirlo si no quieres; pero ya sabes, a veces cuando compartimos una tristeza, pareciera que ésta disminuye o al menos nos alivia en parte.-
- Lo sé, agregó- pero esto supera todo lo imaginable; en realidad no lo he asumido verdaderamente.
- OK amiga, no lo digas ahora. Todo a su tiempo.
Pensé en Su, mi amiga de tantos años. Separada con 4 hijos. Una mujer esforzada, valiente, estudiosa y trabajadora como ninguna. Logró la meta de hacer que cada uno de sus hijos- excepto el menor, que está cursando su último año en la universidad- fuesen profesionales. Los tres mayores con trabajos exitosos, casados y con hijos.
Continuamos nuestra conversación, esta vez hablando de sus 6 nietos, que son unos chicos verdaderamente encantadores: el mayor ya tiene 14 años y la más pequeña apenas 6 meses… me mostró orgullosa fotos de cada uno de ellos.
De pronto y luego de beber un largo y pausado trago de vino, Su, declara sin mayores preámbulos, con un tono de voz muy bajo, pronunciando pausadamente cada palabra, como si le costara trabajo hacerlo:
- Mi hijo el mayor, se separó definitivamente; ha puesto fin a su matrimonio de más de 15 años- dijo con los ojos llenos de lágrimas- es esto lo que me tiene así, ¡enferma de tristeza! Aún me cuesta creerlo, es como si no me ocurriera a mí.
- Su, amiga- repliqué de inmediato, tratando de ser acogedora y mostrándole que compartía sus sentimientos- es muy lamentable, de verdad es un episodio doloroso. Tú y yo también somos separadas y sabemos que, cuando ya no es posible la convivencia armónica, cuando ya casi nos transformamos en enemigos, finalmente, es una decisión razonable… si la pareja no está bien… en ocasiones es una salida, aunque no es el ideal que nos planteamos al iniciar la vida matrimonial. Su, trata de racionalizarlo, no te sientas así, casi desgarrada, ¡tu hijo no ha muerto y seguro necesita de tu apoyo!
- No es posible, veo a mis nietos… ¡no imaginas cómo sufren y cómo no comprenden realmente qué pasó! Y mi nuera, pobrecita, está destrozada…
- Mmm…- murmuré - adivino que fue por “otra”. La clásica historia, ¿verdad?- percibiendo mientras pronunciaba estas palabras, que era asertiva…Claro, era obvio, evidente, no había casi decirlo.
- No -respondió Su-. Y casi susurrando señaló: es peor que eso, amiga, Mi hijo abandonó su hogar… con otro hombre… ¡mi hijo es un gay! - Y antes que yo alcanzara a reaccionar, continuó, siempre en un tono casi imperceptible y muy pausado.
- Lo ha confesado ahora que tiene casi 40 años. Jamás observé nada extraño en su conducta, como para sospechar que él podría tener esta clase de... digamos “preferencia sexual”. Nunca percibí en mi hijo una actitud o una conducta que me mostrara el más leve indicio… ¿Cómo pude ser tan ciega?
Quedé anonadada. Muchas preguntas y pensamientos inconclusos, poco claros, se agolpaban en mi mente, ninguno tomó la forma del lenguaje oral… ¿Qué podría decir como consuelo? Qué fuerte es ver a una familia desmembrada, con 3 hijos pequeños, ¿cómo le explicas a los chicos que el padre se fue con “otro hombre”? Era inútil, no sabía realmente qué expresar como una ayuda para Su.
La miré en silencio e hice un gesto con mi copa, para brindar- aunque obviamente no era un brindis de alegría- bebimos otro sorbo de vino. Entonces pregunté: ¿Qué crees habría ocurrido si él te hubiese confesado esto… antes de casarse… en la juventud….?
- Aunque sé que me habría costado mucho aceptarlo- respondió- creo que finalmente lo habría apoyado; sabes que es mi primer hijo y que ¡lo amo profundamente! Indudablemente, lo habría llevado a médicos para que estuviese seguro de su opción. Y luego, seguramente lo habría admitido… y, tal vez, no habríamos llegado a esto, a esta situación de hoy.
- Claro que sí, tienes razón, habría sido… no digo más fácil, pero al menos hubiesen tenido tiempo para conversarlo y…
Entonces, Su, como recibiendo mi pensamiento por telepatía, empezó a formular preguntas casi sin respirar, sin pausa entre una y otra; con desesperación, a veces con ira, otras, con gran tristeza…
-¿Por qué mantuvo tantos años oculta su condición?, ¿cómo no me di cuenta antes?, ¿para qué formó un hogar?, ¿habrá alguna posibilidad de una vuelta atrás?, ¿cómo ayudo a mis nietos?, ¿qué les digo a mis otros hijos de su hermano, “el gay” que tiene 3 hijos, sus sobrinos?, ¿vale la pena encontrar respuestas a estas preguntas ahora?... detuvo la expresión oral de pensamientos y sentimientos para respirar y suspirar profundamente, con un lamento final. Su llanto fue amargo y silencioso. Las preguntas dejaron de fluir… las lágrimas, no cesaban de hacerlo.
Me sentí abrumada. Consideré que en ese momento, yo debía callar… sólo escucharía, pues no sabía cómo expresar alguna idea, para consolar o reconfortar a mi amiga aunque fuese sólo un poco. Es doloroso no saber qué hacer ni qué decir. Traté de buscar algún aspecto positivo o al menos iluminador en la ya compleja situación. Me fue imposible hallarlo.
Permanecimos en un largo silencio… ni una palabra, solo miradas; pero al mismo tiempo, percibí que teníamos, de alguna forma, una estrecha e íntima comunicación no verbal. Comprendí perfectamente la tristeza en el alma de Su; ella también parecía darse cuenta de ello.
Ese silencio largo, triste y oscuro, fue nuestro acompañante no invitado en la mesa. Era la cruda realidad, no podíamos modificarla. De pronto, me di cuenta que ambas llorábamos calladamente, mientras las luces de la ciudad comenzaban a encenderse iluminando la fría noche santiaguina; el mundo continúa su andar, sin importar cómo y dónde nos encontremos.
TRISTEZA EN EL ALMA DE SU
Mi amiga Susana me sorprendió gratamente con una llamada telefónica luego de unos 4 años en los cuales perdimos contacto. Ella es de esas personas que generalmente ríe y está alegre, a pesar de los problemas. Sin embargo, lo noté en su voz: estaba triste.
- Hace tanto que no nos vemos, en realidad ¡años!- musitó- ¿Qué tal si nos juntamos a tomar una copa? Así compartimos cosas de la vida, retomamos nuestra amistad… y eso.
- ¡Por supuesto que sí!, encantada- respondí.
- ¿Estás bien?- le pregunté tratando de indagar algo más…
- Bueno, sí, con las cosas típicas que nos preocupan a las mujeres: los hijos, el trabajo, la ausencia de pareja, el dinero que no alcanza, ya sabes.
- Sí, respondí, conozco bien el tema.
Acordamos día, hora y lugar. Elegimos un restaurante muy bonito cerca del Parque Arauco, donde además podíamos ver y hojear libros, a ambas nos gusta mucho las lecturas interesantes.
La pasé a buscar a su casa y nos dirigimos hacia el punto donde conversaríamos de lo humano y lo divino. Mientras íbamos en el automóvil, comenzamos a dialogar sobre nuestras actividades personales y profesionales y a recordar las últimas ocasiones en que habíamos estado juntas. En realidad viajes, responsabilidades que nos sobran y exceso de trabajo, eran las razones principales por las que nos habíamos dejado de visitar. No obstante, percibí esa sensación tan grata: las verdaderas amigas, no importa cuánto tiempo pase sin que se vean, al reencontrarse todo parece igual, como si se hubiese detenido el tiempo. El mismo aprecio, el mismo conocimiento mutuo, la facilidad para comunicarse; es algo realmente sorprendente y a la vez maravilloso de la comunicación humana.
Pedimos un vino blanco, con algunos quesos y pan especial. Era suficiente para acompañar nuestra conversación. Luego de pasar revista a los temas generales en torno a nuestras respectivas familias, Su, con los ojos brillosos, dijo lenta y suavemente: amiga, estoy desesperada tengo una tristeza que me parte el alma…Hablaba con desesperación como intentando escabullirse de esa congoja.
- ¿De qué se trata Su?- pregunté mirándola como tratando de adelantar lo que quería decirme.
- No puedo, no me atrevo a plantearlo, es demasiado fuerte para mí… -
- Entiendo- respondí- no tienes que decirlo si no quieres; pero ya sabes, a veces cuando compartimos una tristeza, pareciera que ésta disminuye o al menos nos alivia en parte.-
- Lo sé, agregó- pero esto supera todo lo imaginable; en realidad no lo he asumido verdaderamente.
- OK amiga, no lo digas ahora. Todo a su tiempo.
Pensé en Su, mi amiga de tantos años. Separada con 4 hijos. Una mujer esforzada, valiente, estudiosa y trabajadora como ninguna. Logró la meta de hacer que cada uno de sus hijos- excepto el menor, que está cursando su último año en la universidad- fuesen profesionales. Los tres mayores con trabajos exitosos, casados y con hijos.
Continuamos nuestra conversación, esta vez hablando de sus 6 nietos, que son unos chicos verdaderamente encantadores: el mayor ya tiene 14 años y la más pequeña apenas 6 meses… me mostró orgullosa fotos de cada uno de ellos.
De pronto y luego de beber un largo y pausado trago de vino, Su, declara sin mayores preámbulos, con un tono de voz muy bajo, pronunciando pausadamente cada palabra, como si le costara trabajo hacerlo:
- Mi hijo el mayor, se separó definitivamente; ha puesto fin a su matrimonio de más de 15 años- dijo con los ojos llenos de lágrimas- es esto lo que me tiene así, ¡enferma de tristeza! Aún me cuesta creerlo, es como si no me ocurriera a mí.
- Su, amiga- repliqué de inmediato, tratando de ser acogedora y mostrándole que compartía sus sentimientos- es muy lamentable, de verdad es un episodio doloroso. Tú y yo también somos separadas y sabemos que, cuando ya no es posible la convivencia armónica, cuando ya casi nos transformamos en enemigos, finalmente, es una decisión razonable… si la pareja no está bien… en ocasiones es una salida, aunque no es el ideal que nos planteamos al iniciar la vida matrimonial. Su, trata de racionalizarlo, no te sientas así, casi desgarrada, ¡tu hijo no ha muerto y seguro necesita de tu apoyo!
- No es posible, veo a mis nietos… ¡no imaginas cómo sufren y cómo no comprenden realmente qué pasó! Y mi nuera, pobrecita, está destrozada…
- Mmm…- murmuré - adivino que fue por “otra”. La clásica historia, ¿verdad?- percibiendo mientras pronunciaba estas palabras, que era asertiva…Claro, era obvio, evidente, no había casi decirlo.
- No -respondió Su-. Y casi susurrando señaló: es peor que eso, amiga, Mi hijo abandonó su hogar… con otro hombre… ¡mi hijo es un gay! - Y antes que yo alcanzara a reaccionar, continuó, siempre en un tono casi imperceptible y muy pausado.
- Lo ha confesado ahora que tiene casi 40 años. Jamás observé nada extraño en su conducta, como para sospechar que él podría tener esta clase de... digamos “preferencia sexual”. Nunca percibí en mi hijo una actitud o una conducta que me mostrara el más leve indicio… ¿Cómo pude ser tan ciega?
Quedé anonadada. Muchas preguntas y pensamientos inconclusos, poco claros, se agolpaban en mi mente, ninguno tomó la forma del lenguaje oral… ¿Qué podría decir como consuelo? Qué fuerte es ver a una familia desmembrada, con 3 hijos pequeños, ¿cómo le explicas a los chicos que el padre se fue con “otro hombre”? Era inútil, no sabía realmente qué expresar como una ayuda para Su.
La miré en silencio e hice un gesto con mi copa, para brindar- aunque obviamente no era un brindis de alegría- bebimos otro sorbo de vino. Entonces pregunté: ¿Qué crees habría ocurrido si él te hubiese confesado esto… antes de casarse… en la juventud….?
- Aunque sé que me habría costado mucho aceptarlo- respondió- creo que finalmente lo habría apoyado; sabes que es mi primer hijo y que ¡lo amo profundamente! Indudablemente, lo habría llevado a médicos para que estuviese seguro de su opción. Y luego, seguramente lo habría admitido… y, tal vez, no habríamos llegado a esto, a esta situación de hoy.
- Claro que sí, tienes razón, habría sido… no digo más fácil, pero al menos hubiesen tenido tiempo para conversarlo y…
Entonces, Su, como recibiendo mi pensamiento por telepatía, empezó a formular preguntas casi sin respirar, sin pausa entre una y otra; con desesperación, a veces con ira, otras, con gran tristeza…
-¿Por qué mantuvo tantos años oculta su condición?, ¿cómo no me di cuenta antes?, ¿para qué formó un hogar?, ¿habrá alguna posibilidad de una vuelta atrás?, ¿cómo ayudo a mis nietos?, ¿qué les digo a mis otros hijos de su hermano, “el gay” que tiene 3 hijos, sus sobrinos?, ¿vale la pena encontrar respuestas a estas preguntas ahora?... detuvo la expresión oral de pensamientos y sentimientos para respirar y suspirar profundamente, con un lamento final. Su llanto fue amargo y silencioso. Las preguntas dejaron de fluir… las lágrimas, no cesaban de hacerlo.
Me sentí abrumada. Consideré que en ese momento, yo debía callar… sólo escucharía, pues no sabía cómo expresar alguna idea, para consolar o reconfortar a mi amiga aunque fuese sólo un poco. Es doloroso no saber qué hacer ni qué decir. Traté de buscar algún aspecto positivo o al menos iluminador en la ya compleja situación. Me fue imposible hallarlo.
Permanecimos en un largo silencio… ni una palabra, solo miradas; pero al mismo tiempo, percibí que teníamos, de alguna forma, una estrecha e íntima comunicación no verbal. Comprendí perfectamente la tristeza en el alma de Su; ella también parecía darse cuenta de ello.
Ese silencio largo, triste y oscuro, fue nuestro acompañante no invitado en la mesa. Era la cruda realidad, no podíamos modificarla. De pronto, me di cuenta que ambas llorábamos calladamente, mientras las luces de la ciudad comenzaban a encenderse iluminando la fría noche santiaguina; el mundo continúa su andar, sin importar cómo y dónde nos encontremos.
Pucha Rosita que terrible, me pongo en los zapatos de esa mujer y entiendo como se debe sentir, que bueno que te tiene cerca porque lo que mas necesita es una oreja que la escuche. sabes que me dio un vuelco el corazon porque tengo 2 hijos varones y que Dios me proteja de tal situacion.
ResponderBorrarbueno como siempre debo decir que el relato es top porqueno te permite dejar de leer hasta terminar con el cuento.
Como siempre felicitaciones.
Estimada Rosita,
ResponderBorrarcomo se dice en el sur de España, tienes mucho arte para la escritura. Me encantó y ya sabes que, cuando quieras lanzarte a escribir un artículo divulgativo o científico, de contenido pedagógico(entre 10 y 20 páginas), en Foro de Educación tienes las puertas abiertas.
UN fuerte abrazo, Alfonso D. F.
Estimada Myri:
ResponderBorrarMuchas gracias, tú siempre estimulándome.
Estimado Alfonso:
Te extrañamos en el CADE... muchas gracias pr al invitación al Foro. Ya sabes que estoy muy ocupada con mis estudios, lo que menos tengo es tiempo. Sin embargo, me encanta la idea... en el próximo descanso, creo que escribiré algo, para tu consideración.
Un abrazo a ambos,
Rosita